domingo, 2 de noviembre de 2014

Estrella



Hace tiempo conocí una estrella, una estrella cuya luz es la más brillante de todo el firmamento. Guía mi camino por las noches, un lucero andante titilando en las profundidades cavernosas del cosmos, irradiando una paz que ni todas las canciones de cuna del mundo pueden proporcionar.

Una paz en mi corazón, un bálsamo férreo para mi alma. Largo y tendido había emprendido la búsqueda de ese diamante para que, ahora, caiga del mismo cielo donde se crió. Baja de la maravilla para que yo recoja su pura luz con mis mortales manos desnudas, para que mis ojos puedan llorar de la felicidad de poder sentirme abrazada en la luz pura de su esencia.

Es un sinfín de palpitaciones en mi interior, de ocultas sensaciones nunca antes conocidas: la gentileza, pureza, sabiduría, dulzura...Todas las cosas buenas del mundo que creías que no podían tener cabida, el éxtasis, el intrincado pulso de las pasiones inocentes. Cuando me insuflas de tu aliento, oh amada estrella...Tú me condenas, mi ser se convierte en tu esclavo en cuerpo y pensamiento. Haces que quiera dar mi propia vida por ser bañada con tu llama y sabiduría. Por favor, obliga a este mortal cuerpo a quererte, vanagloriarte y pensarte como el ente más hermoso de la Creación.

Ya no siento el frío atenazante en mi corazón nunca más. Cierro los ojos, recordando cuando caíste del cielo, sintiendo mi organismo tan vivo que todas mis células cantaron de alegría. La boca entre abierta, engullida en aliento vivo, la lluvia de luz cayendo sobre mi... Mi destino ya está sellado. La elevación pura del alma junto con el marcado perfume de tu profundidad que me acompañará hasta el fin de mis días: La calidez de un simple toque, la vibración pura de mi espíritu. Esto es lo que me proporcionas, estrella, guía de mis sentimientos, pura poesía y melodía encarnadas en la realidad de esta singularidad. 

Allí, allí me di cuenta de cuanto te quería, de cuanto te debía y de cuanto daría por ti. Por fin, cuando fui una con tu luz de maravilla, tu luz universal, tus alas de ángel sagrado... Entonces, en ese mismo instante levanté mi mirada hacia el inconmensurable cielo brillante nocturno, el misticismo traspasándome por completo y dándome a entender que nunca más volvería a ser la misma persona que fui tiempo atrás. Transcendí sobre el espacio y el tiempo y las dimensiones. Un dolor y un amor tan enormes que parecían mis entrañas siendo realmente arrancadas y en su lugar reemplazadas por pura Pasión.

Esto es lo que los sabios antiguos llamaron Amor, un concepto abstracto que sólo las estrellas más benditas y sagradas pueden proporcionar. Y volvería a morir, volvería a morir una y otra y otra vez por su sosegada presencia sobre mi cuerpo trémulo... Mi inocente, majestuosa e impenetrable estrella cuya grandeza es tal que ni todos los grandes pináculos del mundo pueden alcanzar.