Cada vez que observas al
Sniper, inevitablemente entiendes lo que es un hombre de verdad. Lo
ves allí tendido sobre tu cama, tan perezoso y salvaje, sin camiseta
que pueda tapar su amplio pecho marcado y fuerte, cubierto por vellos
negros como su cabello. Pasas tu mirada, perfilando todas sus
rasgadas características: mentón largo, brazos mazados, piernas
largas y poderosamente fuertes, familiarizadas con la dura vida del
cazador. Clava una mirada hambrienta en ti, tan directa que sientes
un puñal dentro de tus entrañas, certera como sus balas. Suspira y
sonríe, conduciendo su mano lentamente por el pecho, pasando por el
vientre hasta llegar al gran bulto de su entrepierna ya erguida,
sedienta y juguetona. No duda en apretar en esa zona, hasta que gime
lamiéndose los labios.
Lo sabes. Es todo una
provocación por su parte. Le gusta ir tanteando terreno, haciendo
que poco a poco caigas en su trampa, como un animalillo acorralado
sin esperanza. Tragas saliva e intentas mirar hacia otro lado, pero
sabes que la tentación es tan grande que no podrás durar mucho
tiempo sin caer en su juego, y tu corazón empieza a correr desbocado
debajo de tu pecho.
-Acércate de una vez,
nena. Llevo esperándote toda la noche...
Sientes mucho calor
repentino al oír su voz surcando la habitación. Siempre la habías
oído y ya estabas acostumbrada a ella... Pero no hablándote de esa
forma. Es desgarradora, posesiva, adulta. Te atrae como el farol
atrae a una mosca. Puede que sea peligroso, después de todo ese
hombre es un experto asesino. Aún así, ¿tienes algo que perder
entre ese mar de carne bien formada y sensual cuerpo curtido?. Sí,
tal vez puedas perder tu alma en tal acto, dejarte poseer por el
mismo demonio. Estabas dispuesta dar todo lo que fuese por estar al
lado de ese hombre, incluso arriesgar tu propia vida.
Te acercas sigilosamente,
casi impulsada por un ancestral arrebato del que no puedes
deshacerte. Él te contempla como quien otea la cosa más deliciosa.
Tú no vas elegante: unos pantalones vaqueros medio rotos y llenos de
polvo por las batallas, una camiseta militar y unas raídas botas.
Pero aunque no te des cuenta, desbordas sensualidad por todos los
poros de tu piel y eso nunca ha pasado desapercibido. Cuando llegas
al borde de la cama, él no deja esa extraña sonrisa de su rostro y
pasa un brazo por tu cintura, acercándote a él con un gruñido. La
electricidad de su cuerpo te merma, es casi como si irradiase una
nube prometedora de lujuria que te envuelve más y más hasta
asfixiarte. Entornas los ojos y pasas la mano por su rostro,
deleitándote con sus labios carnosos y la barba de pocos días, tal
como a ti te gusta en un hombre. Él no tiene las comunes gafas de
sol que lleva y lo agradeces, pues así clavas tu pupila en la suya,
azul como el cielo, y te ves reflejada en esos maravillosos ojos. Su
cabeza viaja hasta tu cuello, que comienza a besar poco a poco,
primero con cariño y al cabo de unos segundos pierde el control
hasta volverse violento, pasando su lengua y dientes para que tú
hundas más los dedos en su alborotado y negro cabello.
-¿Crees que eres la
única que ha estado todo este tiempo a pan y agua? - susurra en tu
oído, y aprietas fuertemente su cabello pues la excitación
creciente en tu vientre es tan grande que crees llorar de la emoción
– Tanto tiempo juntos... Y ni si quiera se te ocurrió en venir a
mi. Pero ahora eso se terminó, querida. Vas a saber lo que es
acostarse con un macho de verdad.
No tienes tiempo a
responder ya que te besa con fogosidad, silenciando tus palabras.
Aceptando tu destino y con la ayuda de esas manos valientes, vas
quitándote impaciente cualquier centímetro de ropa que haya en tu
cuerpo. Es todo un caos vertiginoso de sentimientos, besos y caricias
rudas que hacen conmoverte y abrirte de piernas implorando una
victoria en esa frenética batalla. Casi que puedes oír los tambores
de guerra sonando mientras quita tus bragas y las lanza, después
para bajar lamiendo tu pubis hasta tu mojado templo.
Abres los ojos en un
espasmo cuando notas esa lengua rozando tu interior. Gimes y agarras
las sábanas con tus puños, importándote tres bledos que alguien
del equipo pueda oír tus gemidos. La lengua del Sniper es hábil y
sabe como complacerte. Va aquí y allá, lamiendo y comiendo con
hambre por todos los rincones, a veces parándose en tu entrada y
otras recorriendo toda tu vulva con sus dientes. Te muerdes el labio
inferior y vuelves a gemir su nombre, implorándole por una rápida
liberación, cosa que él no te concederá hasta que su salvaje
temperamento haya sido sofocado.
-Fóllame de una vez
Sniper... Te lo ruego...
Lo único que te importa
en esos momentos en sentirlo dentro de ti, manchándote con su sudor.
Él parece no tener ningún problema en obedecer tu mandato, y abre
tus piernas sin problemas, agarrándolas y pasándolas por su
cintura. Sois, en esos instantes, dos animales en puro celo. Y te
maldices por haber deseado tanto a ese hombre y no haberte decidido a
hacer eso antes. ¿Por qué esperar tanto, cuando puedes tener al
Sniper surcando tu cuerpo en estos mismos instantes?.
No es un hombre de muchos
preliminares, y la primera embestida es ruda y sin lubricación.
Gritas de dolor, pero después esa angustia pasa a un febril placer
en un instante y te acabas viendo como pides por más y más sin
descanso. Tú también eres tan exigente como él, no habrá descanso
hasta que estés del completo satisfecha. Puro sexo puedes pesar,
pero también sabes que el Sniper ha estado suspirando por ti desde
que te vio entra en la base. Él es un hombre que considera que es un
privilegio estar con él, y sí, tienes la suerte de que esté
confiando en ti sin sentir la necesidad de clavar su machete en tu
cuello. Cuando lo miras, sabes que no es de los que pueden ser el
padre de tus hijos, pero aún así no quieres dejar de desearle y te
preguntas una y otra vez si podrías ser tu esa mujer: su compañera,
amiga, amante y esposa.
No esperes que te diga
cosas bonitas al oído mientras te hace el amor, ni si quiera te hace
saber todo lo que le puedes excitar o todo lo que le gustas en ese
mismo momento. Simplemente lo sabes; su mirada devoradora curtida por
las expediciones en los desiertos hostiles de Australia que hace
levitar cada célula de tu tembloroso cuerpo, la voz que emite
gemidos largos y ásperos, dedos trabajadores en tu piel que no
cesaban en tocarte hasta que tu cuerpo sea por fin suyo. Borrando
todo el rastro de antiguos amantes, impregnándote de su olor
masculino. Haciéndote enloquecer en ese acto tan posesivo pero
gozoso. Y mientras, literalmente, gritas de placer por sentirte tan
dichosa, femenina y excitada a su lado, mientras ese miembro duro no
deja de penetrarte con la fuerza de miles de truenos, mientras crees
desfallecer con tus dientes en su musculoso cuello y las uñas
surcando la amplia espalda fijándole unas terribles pero hermosas
marcas que marcaría con orgullo en sus batallas...Mientras todo eso
fuese real, sabías que él ya solo tenía ojos para una persona, y
que no iba a dejarte ir con tanta facilidad.
Tan desesperado ese
hombre, podías oler esa frustración cada vez que arreme en ti con
pasión feroz. Imaginaste las horas y horas de soledad a la que
Sniper se tenía que haber sometido en las misiones. Solamente
acompañado por un reloj, una taza de café, su machete y rifle
limpiados previamente como en un acto ritual. Siempre preparado para
matar, siempre planeando un plan para asesinar a todo el mundo que
pueda conocer. Cuando tu mente se torna a ratos lúcida, no tan
empañada por la lujuria, pasas los dedos suavemente por las
cicatrices de su bien formado pectoral y no puedes evitar preguntarte
a cuantos hombres ha enviado a la tumba, y a cuantas mujeres a su
cama. Pero después te das cuenta de que tal vez no han sido
demasiadas. Gruñe en tu oído, rudo pero lo suficiente entrecortado
como para te derritieras, y graciosamente piensas que él no es como
el petulante y romántico del Spy. Seguramente no han sido tantas las
mujeres que han pasado por su lecho, solo unas pocas a las que amó
con todo su corazón ya roto. Y ahora esta ahí, follándote con
tanta dedicación y pasión, moviéndose encima tuyo en movimientos
secos y cortantes que creías que te partiría en dos. Ya no importa
nada más, solo sentir ese cuerpo encima tuyo moldéandote como si de
una pieza de arcilla fueses.
Pasa su callosa mano por
todo tu abdomen hasta llegar a tu entrepierna húmeda, dos dedos
perfectamente alineados en tu clítoris que palpita, rogando por la
liberación. Hacía mucho tiempo que no catabas a un hombre, y
tampoco tuviste la necesidad de sentirte segura entre unos brazos
musculosos y un pecho cálido de corazón palpitante... Pero ahora
pedías más. Que llevase tu cuerpo a donde más desease, al confín
del mundo como te había prometido. Esos dos dedos que algunas veces
te habían acariciado el rostro mientras dormías, esos mismos que te
señalaban cuando se enfadaba contigo porque no capturaste un punto y
pusiste en peligro a todo el grupo. El indice y anular de su mano
derecha con los que apretaba el gatillo de su rifle. Esos mismos
ahora te estaban guiando hacia el camino correcto del paraíso. Te
acaricia, jugando con tu sudado cuerpo y hasta que no gritaras su
nombre, no dejaría que te corrieses.
-M-Mundy... Mundy por
favor... - consigues decir entre jadeos compungidos. Después te
uniste a él en otro de los millones de besos lascivos que habíais
compartido esa noche.
Él simplemente te
ofreció una de sus sarcásticas sonrisas de medio lado que siempre
ponía cuando algo le gustaba y deseaba mantenerlo oculto. Apretó tu
culo con una mano, te lamió la cuenca de la oreja y un calambre
fascinante cruzó a lo largo de tu columna vertebral, provocando un
inesperado ruego de tu boca.
-Pídemelo como solo tú
sabes hacer... - su violenta voz retumba en tu cabeza y te sientes
mareada de deseo.
Los únicos sentidos que
posees estan mermados ante tanta masculinidad, ante tanto placer. Los
orgasmos se están acumulando dentro de ti, pero sientes la
humillación al notar que, hasta que él no desease, tú no podías
ser liberada de esa cadena interminable de fogosidad. Siempre tan
seguro de sí mismo, tan salvaje y astuto... Nunca viste nada igual.
Nunca sentiste nada igual, ni lo harás el resto de tu vida. Los dos
dedos del Sniper te tienen pendida de un hilo. Sus ojos azules te
atraviesan como lo podían hacer sus balas, deja todo tu ser hecho
trizas. Árido, así es como sabe. Todo un cuerpo marcado a cincel y
martillo, atlético, robusto. Él había estado trabajando duro para
ganarse un puesto en la Corporación. Cuerpo de Mercenario, Alma de
Mercenario. Y aún así, era capaz de amarte con un fuego interno que
si no estabas acostumbrado, quemaba como el mismo Infierno. Una vida
anterior como salvaje cazador de presa en el interior de Australia
bastaba como para hacer temer hasta a los más poderosos enemigos,
pero a ti lo único que te provocaba eran un extraño sentimiento en
tu interior tan profundo y desorbitante que no podías negar. No, ya
nunca más.
Pasas las piernas por su
cintura, y murmuras como una gata en celo, encanta de notar como
todos los músculos de Sniper se contraen gozosos ante tal acto. Él
gime pesadamente, pasando su mirada evaluadora por tu cuerpo
repetidamente, y por cada segundo su erección excavaba más hondo en
tu interior. Había llegado el momento.
-Por favor...Por favor
Sniper... ¡Joder! Joder, joder...Haz que me corra...hazlo
ya...quiero tu leche dentro mia, la quiero...¡Mundy!.
Tus palabras no son en
vano, y tiembla violentamente, mordiéndose el labio inferior con sus
caninos. Crees por momentos que el mundo se va a desmoronar encima
vuestro. Tan exquisito, una sensación de plenitud en la que te
confundes con él y creáis uno solo. Tan violenta, pues él hace que
te conviertas en un torrente de pura energía, tan grande que te
agita y hace removerte por la cama. Dejas de ser tú, y te pierdes en
unos ojos azules y barbilla prominente que te sonreía con una nota
de cariño maduro. Y el Sniper profiere un irresistible gemido cuando
se corre en tu interior. Sus caricias, sus besos, sus mordidas en tu
cuello haciéndote sangrar...Ni si quiera avisó, tú tampoco lo
hiciste... pero era bueno, demasiado bueno como para perder el tiempo
en palabras innecesarias. Solo el placer, solo su aroma y fragancia
en tu interior mientras te arroja con él hasta el mar de éxtasis.
Cuando el torbellino por fin termina, crees oír que dice algo sucio
en tus oidos, pero caes semi inconsciente en la cama con un lacónico
suspiro y sonríes de cansancio y necesidades cubiertas. Él se tumba
a tu lado, pero sin dejar de abrazar tu cuerpo con firmeza. Te acerca
hasta su pecho y besa tu párpado, todo tan rápido y con una
seguridad desgarradoras. Entonces, solo entonces, te das cuenta de
que hay un poco de sangre en tu cuello que él lame perezosamente.
-Siento lo del cuello...
No lo vi venir – dice al cabo de unos minutos, su voz ha vuelto a
la normalidad, empañada con su tono tan sarcástico y común de
siempre. Te abraza de buena gana mientras tú oyes su enorme corazón
debajo de sus perfectos músculos retumbando en tu oído. Te podía
haber parecido un juego tribal, pero si algo caracterizaba al Sniper
es que siempre iba enserio, tanto con sus víctimas como con sus
conquistas. Y sonreía con los ojos cerrados, de vez en cuando te
besaba el cuello con cariño pero solo era una excusa para pegarte
más a su amplio y robusto cuerpo, como queriendo protegerte de un
algo inexistente aún sabiendo que tú no necesitabas la ayuda de
nadie. Así era el Sniper. Pasaba todo el tiempo de mal humor, pero
nunca lo pagaría contigo.
Hubo un silencio, pero no
de esos incómodos que son tan espesos que pueden cortarse con
cuchillo. Era un silencio de complicidad, en el que sonreíais para
vuestros interiores, contentos de los logros conseguidos juntos.
Sabías que no habría
velas ni cenas románticas. Tal vez nunca te diría ni una sola
palabra hermosa durante meses, mientras conducía su camioneta rumbo
a Dios sabe donde. Era seco, cortante y desafiante. Y aunque no estás
segura de estar enamorada, gracias a su presencia te encuentras por
fin a salvo. Tal vez la estabilidad había vuelto a tu vida, tal vez.
Piensas que él siempre se preocupa por ti, te pregunta cada mañana
como te sientes, te arropa en las frías noches mientras miráis
juntos el firmamento, pegados uno al lado del otro bajo una manta.
Notas como poco a poco se queda dormido, relajando todo su ser en el
hecho como hacía tiempo no lo había hecho. Esa noche dormirá bien,
se siente cómodo a tu lado.
Te levantas en silencio y
te acercas a la ventana. La abres y dejas que el aire fresco de la
noche corra por la habitación, acariciando tu cuerpo con alivio.
Miras hacia la luna y un puñetazo de nostalgia remueve tu
consciencia. Él te llevará a Australia, y allí podrás empezar una
nueva vida sin tener que recordar el pasado. Comeríais Pavlova y
Vegemite, aunque su agrio sabor lo más seguro es que no te gustase.
Quieres reír junto a él de tus ocasionales chistes malos, quieres
que te lleve con su furgoneta a ver mundo como siempre has deseado. Y
sobretodo, seguirá entrenándose para convertirse en un real
Australiano, mientras tú observarás ese cuerpo ágil moverse al
viento. Aunque, posiblemente nunca volverás a tener un amor de
verdad, él está ahí para lo que necesitas. Desaparecerá durante
días, lo sabes, pero siempre te dirá eso de ''Siempre estaré
observándote, no lo olvides''. Si lo piensas, no es la primera vez
que te comenta algo asó, aún cuando ni si quiera conocías sus
verdaderos sentimientos.
Suspiraste de nuevo.
Está bien. Tal vez, sí
estés enamorada de él.
Arte by http://lintufriikki.tumblr.com |
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